Un día, mamá cabra salió y les advirtió:
- No les abrais la puerta a nadie.
El lobo la vio salir. Luego, tocó a la puerta afinando la voz:
- Abridme, queridos hijitos, que soy mamá.
Pero los cabritillos reconocieron la piel oscura del lobo.
- Enséñanos una pata por debajo de la puerta
-Tú no eres nuestra madre, lobo malo.
El lobo temió las patas en harina y así engañó a los cabritillos. Llamó a la puerta y le abrieron creyendo que era su madre. Se los fue zampando uno por uno y sin masticar, para acabar antes. Sólo se libró la cabrita más pequeña.
Así que, cuando llegó mamá cabra cogió unas tijeras, hilo y aguja y fue en busca del lobo. Los cabritillos salieron sanos y contentos. Luego le llenaron la barriga de piedras y mamá cabra cosió la barriga del lobo. ¡Y mamá cabra y los cabritillos vivieron sanos y contentos!
Cuento de Sergio Peña Rodríguez (2º Premio)
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