jueves, 1 de julio de 2010

Y colorín colorado, este cuento NO ha acabado.

El verano es también un buen momento para seguir inventando y escribiendo cuentos. Si os animáis, podéis enviar vuestras historias a esta Bitacorilla para que podamos compartirlas. Será un placer. Mientras tanto, aquí tengo algunas pequeñas historias y cuentos que seguramente os gustará recordar.


Los gusanos de seda

Un día iba con mi amiga por la calle, me encontré una caja y la abrí. ¡Tenía gusanos de seda! Yo los cuidé mucho y se los enseñé a todos mis compañeros. ¡Qué bonitos!, dijeron. Mi compañera quería uno y se lo di.

Al cabo de unos días salieron los capullos, se hicieron mariposas y pusieron huevos.


El perrito y la niña

Había una vez, en un invierno muy frío, un perrito lanudo, mojado y oscuro, que no tenía casita y era callejero.

Un día, una niña pelirroja lo encontró en un portal, sentado y triste. La niña lo cogió y lo llevó a su casa y lo cuidó mucho.

Por Paola Estévez Barranco.


La habitación con nieve

Érase una vez una niña llamada Ana, que tenía un secreto: ¡tenía un libro de magia!

Un día de febrero empezó a nevar. Entonces tuvo una idea. Para entretenerse con su hemano Dani, Ana cogió su libro de magia y susurró las palabras mágicas. Entonces empezó a nevar allí dentro. Entonces llamó a Dani. Como Dani era pequeño, dijo:

- ¿Es que puede nevar en tu habitación?

- Pues claro que sí -dijo Ana.

Poco después, cuando Dani estaba mirando a otro sitio, Ana le tiró una bola de nieve y Dani se cayó al suelo. Entonces, Dani sintió un mordisco. ¡Era un cachorro de oso polar! Ana lo había traído por arte de magia. Ana lo cogió y lo llamó Botoncito.

Entonces llamaron a la puerta. ¡Era la vecina, hecha una furia! Dijo:

- ¡Hay unas goteras en mi techo!

- Lo siento, se estará derramando el agua de la bañera, voy a secarlo.

Ana corrió a la habitación, cogió su libro e hizo que desapareciera la nieve. Dani creyó que se había derretido. Entonces se quedaron jugando en el cuarto de Ana.

Por Lucía Segura Ortega



Los reinos de Mangonia

Había una vez un reino muy muy lejano llamado Mangonia, donde vivía una fruta llamada mango.

También vivía en él la princesa Laura, que ese día iba a ser coronada. Pero, de repente, apareció el malvado Karter que le echó un hechizo para quedarse con el trono de la princesa. El hechizo consistía en que se haría más pequeña.

La pobre princesa estaba triste, pero al rato aparecieron sus amigos. Eran un príncipe llamado Antonio, una maga llamada Lidia y una china llamada Mei.

Tenían que atravesar trampas y peligros en busca del mango para poder coronar a la princesa y devolverla a su tamaño real. Entonces viajaron en tren, en barca..., hasta que llegaron al bosque encantado.

El príncipe, que era un miedica y un torpe, se tropezó y… abrió un portón al bosque espinoso. Entonces la maga gritó:

- ¡Estamos salvados! Estamos cerca del fruto mágico.

Al fin llegaron al bosque donde estaba el fruto mágico y dijo Mei:

- Todos se parecen al fruto.

Pero encontraron un fruto más grande que los demás. La princesa lo tomó y poco después volvió a su tamaño real. Se casó con el príncipe y la coronaron. Al malvado Karter lo castigaron de criado durante un año.

Por Marisa Martín Rodríguez



Un caballo muy feliz

Érase una vez un caballo tan feliz, tan feliz, que sus amigos le tenían manía.

Un día, todos los caballos se fueron y dejaron al caballo feliz solo. Se sintió tan triste tan triste que se fue del pueblo. Cuando sus amigos volvieron empezaron a buscarlo, pero no lo encontraron.

Entonces llegó la noche. Al final, el caballo no encontró ningún sitio para dormir y regresó a su casa. Cuando sus amigos lo vieron , se pusieron muy contentos.

Al día siguiente todos juntos hicieron una fiesta, jugaron y saltaron, corrieron... y nunca más le tuvieron manía. Y... colorín colorado, este cuento del caballo feliz se ha acabado.

Por Yaiza Rodriguez


El renacuajo que quería saltar

Érase una vez un sapo llamado Pan que se encontró con un pequeño renacuajo. El sapo quería enseñarlo a saltar, pero el renacuajo no podía.

Al día siguiente, el renacuajo quiso enseñar al sapo Pan a nadar, porque era muy viejo y se le olvidó nadar. Al final el sapo consiguió nadar, pero el ranacuajo seguía sin poder saltar. Un mes más tarde le salieron las patas de atrás, después se quedó sin cola. Cuando pasó un año más se hizo mayor y ya sí que podía saltar y se convirtió en un gran sapo, el sapo Panda. Desde entonces, los dos sapos vivieron muchas aventuras y fueron a la selva.

Un día, el sapo Pan se murió. El sapo Panda fue al cementerio y descubrió que estaba muerto. Entonces se fue a su casa llorando. Se sentía muy triste, pero también muy feliz recordando todas las aventuras que habían vivido juntos.

Por Alejandro Melero Toledo


El monstruo del lago

Érase una vez un monstruo que vivía en el lago. Era muy vergonzoso porque necesitaba ropa. Además era su cumpleaños y solo tenía cuatro amigos. Uno era una oveja, otro una vaca, otro una rana y otra una zorra. Pero no sabían qué regalarle.

Llegó el día de su cumpleaños y jugaron, cantaron, comieron y llegó la hora de abrir los regalos. Le regalaron una camiseta gigante y le encantó.

Por Marta García Martínez

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